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Entre El Corte Inglés y el mercadillo

Entre El Corte Inglés y el mercadillo Tenía unas botas color rosa chicle que a todas mis amigas les gustaban mucho. No me las ponía demasiado porque no pegaban con nada y eran muy llamativas. Yo siempre decía que me las había comprado  en París para darle un poco de glamour al asunto, pero, en realidad, os confieso que eran del mercadillo.

Y es que ¿Quién dice que el mercadillo no pueda tener también su glamour? Se sorprenderían de la cantidad de gente que compra allí auténticos modelitos y, por supuesto, a precio de ganga, aunque nunca reconocerán donde los han adquirido. Todo esto, que puede parecer una frivolidad, viene a cuento porque da la sensación de que hoy en día quién no compra en El Corte Inglés no es nadie, al menos en esta región nuestra a la que le ha entrado una fiebre consumista tardía pero cierta de nuevos ricos que da un poco de grima. 


No es suficiente con que "El Gran Templo del Consumo" ya esté ubicado en la ciudad de Badajoz y que se le rinda culto a costa de fundir la Tarjeta Visa en una sola tarde (sobre todo en época de rebajas), porque si no, es que no tenemos clase en el vestir. Ahora, además, miren la que se ha liado con el asunto del Corte Inglés en Cáceres. Unos terrenos de uso dotacional educativo y que el ayuntamiento quiere que sean para ese gran dinosaurio comercial. También conocen que Ibarra le quiso prestar un concejal socialista a Saponi para que tuviese mayoría y pudiera dar luz verde al proyecto, eso a pesar de que Carmen Heras y el GMS cacereño habían dicho ya que no porque pensaban que era un pelotazo urbanístico. Pero, claro, donde hay patrón no manda marinera. IU Cáceres es la única que se ha opuesto rotundamente desde el principio y se sigue oponiendo al proyecto.

Y todo porque (me niego a pensar que sean todos) ¿Los cacereños no quieren ser menos que los pacenses en eso de tener un Corte Inglés? ¡Faltaría más! Nos va la vida en ello. ¿Dónde dejamos nuestro sueño burgués de tener unas rebajas como Dios manda? Y ahora como parece que todo debe ir para Cáceres, última esperanza del pozo de votos socialistas en las próximas elecciones, dado el fiasco que tienen montado en la provincia de Badajoz con la larga lista (negra, muy negra) de proyectos de industrias contaminantes: térmicas, refinería, etc... No nos podemos oponer al ¿Progreso? ¡Si hasta la Autovía Badajoz-Cáceres, ahora resulta que no es para que puedan llegar antes los automovilistas, sino para que las mercancías circulen entre las dos sedes de El Corte Inglés regional! ¡Cabe mayor tributo al consumo! Eso, aunque con la susodicha carretera, nos carguemos la reserva natural de la Sierra de San Pedro.


Muy fuerte todo. Pues yo, qué quieren que les diga. Soy partidaria de seguir comprando en las pequeñas tiendas de mi ciudad, en esas de toda la vida, que suelen estar a mano y tienen precios más asequibles y de acuerdo con los sueldos que tenemos la mayoría de los ciudadanos. Salarios que no están para demasiados milagros y hay que estirar como la goma de mascar para llegar a fin de mes. Y el que lo logra es todo un genio de las finanzas.


Todo lo demás son pijadas. Por eso, cuando no tengo que trabajar por las mañanas o dispongo de unos días de asueto, me encanta levantarme temprano los martes y acercarme al mercadillo a rebuscar en los montones, como a todas las mujeres que conozco, sea cual sea su nivel adquisitivo. Porque, no nos engañemos, todas compramos en el mercadillo y sólo algunas en El Corte Inglés.
Por cierto, ya no tengo las botas rosa chicle porque un día las dejé al alcance de mi gato Orfeo y jugando con ellas las dejó como un colador. ¿Y ahora qué tiro: las botas o al gato? Por supuesto, las botas porque mi gato es un pequeño dios egipcio y a los dioses, ya se sabe, no se les puede ir tirando por ahí. Menos mal que no me escoció mucho depositarlas en el cubo de la basura. Eran de un color imposible y, además, sólo me habían costado diez euros, en el mercadillo, por supuesto.

                                                                                              Pilar Fernandez.

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