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Víctimas del olvido

 
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Algunos proverbios milenarios afirman que para la creación de algo nuevo es necesaria la destrucción de lo anterior. Lo que no recogen estos proverbios es si lo novedoso debe ser o no más positivo que aquello que le antecedía. Un 18 de julio, tal día como hoy, nuestro país vivió un brutal golpe de estado encabezado por el General Franco y sus secuaces que dio al traste con los avances y progresos conseguidos durante la II República, y q1ue después de una cruenta guerra civil instauró un nuevo sistema de miedo y represión. El golpe del 18 de julio puso fin a varios años de importantes cambios y reformas, pero lo más importante, destruyó los sueños e ilusiones de miles de ciudadanos que pusieron en un sistema legítimo y democrático como la república sus únicas esperanzas para abandonar el retraso y la miseria. Estos mismos heroicos ciudadanos que lucharon en las trincheras contra el fascismo y por la democracia fueron luego vencidos y despojados de su libertad. El miedo, la represión, el silencio obligado, el exilio… marcaron sus vidas durante el franquismo y aún hoy todos los defensores de la democracia y el progreso tenemos una gran deuda con ellos.

 

A partir de 1939 con la derrota en la contienda civil llegó para los luchadores republicanos el principio del fin. Las cárceles, los cementerios o el exilio, para los menos desafortunados de esta tragedia, fueron sus destinos. Los penales se llenaban de condenados, las fosas comunes acogían los cuerpos de los miles de asesinados y los caminos hacia Francia eran invadidos por la huída de los exiliados, muchos de los cuales ya no volverían a ver su país. El fascismo había triunfado con la ayuda de Hitler y Mussolini y la muerte perseguía a los defensores de la democracia y la libertad.

 

Durante la dictadura franquista las víctimas de esta sinrazón fueron obligadas a seguir cumpliendo su condena. Ni el perdón ni la misericordia prometidos por el Caudillo no llegaron jamás y por el contrario se intensificó la persecución contra todos aquellos que habían permanecido leales a la república. De nuevo más odio, represión, detenciones, torturas, penas de muerte…, mientras que miles de luchadores, aunque ya vencidos, seguían manteniendo vivos en sus corazones los ideales de libertad, igualdad y progreso.

 

Cuarenta años transcurrieron de continua represión, pero también de infatigable resistencia y lucha clandestina y la muerte encontró por fin al Caudillo. Sin embargo la caída de la dictadura y la transición democrática no supusieron un reconocimiento para aquellos que habían  muerto y luchado por el régimen republicano. Los pactos de silencio y la política de reconciliación nacional hicieron que todo intento de recuperación de la memoria histórica fuera interpretado como un afán por reabrir viejas heridas y sembrar confrontación entre los españoles. Todo esto unido a la traición de importantes partidos de izquierda al renunciar a la república como forma de gobierno y al aceptar al monarca impuesto por Franco condeno de nuevo a las víctimas del franquismo. En esta ocasión no fue una condena dictada en tribunales de guerra por generales fascistas, esta condena dolía mucho más, era la condena al olvido y al silencio. La tan ansiada democracia no supo responder a los que tanto habían luchado por ella y las fosas comunes de tantos luchadores fue cubierta por más y más tierra de olvido.

 

En la actualidad, cuando se cumplen 75 años de la proclamación de la II República española y 70 años del criminal golpe de estado del General Franco, ha llegado el momento de reflexionar, de volver la vista atrás, de recordar nuestro pasado y rescatar los ideales democráticos por los que tantos lucharon durante la contienda civil y el franquismo. Han transcurrido ya muchas décadas desde que la barbarie mostrara su disfraz más cruel con una guerra fratricida, entre hermanos, pero aun no podemos decir que las heridas estén completamente sanadas. Hay todavía un bando que tiene a muchos muertos olvidados en las tapias de los cementerios, en las cunetas de las carreteras, en las fosas comunes. Hoy debemos rescatar a nuestros muertos del olvido y reparar la dignidad de aquellos que lucharon por la libertad, la igualdad, el progreso. Por justicia la sociedad actual debe hacer un esfuerzo por recuperar la memoria histórica de nuestro pasado más reciente y saldar la deuda que tenemos con los que defendieron la democracia frente al fascismo y la reacción. Y después de tantos años de olvido no hay ni habrá mejor forma de homenajear y recordar a estos heroicos luchadores que siguiendo sus pasos en la construcción de un mundo más libre, justo e igualitario.

 

Alberto Hidalgo

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