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Tiempos precarios

Tiempos precarios  Victor Casco Ruiz    12 jun 2006

El pasado viernes 9 de junio, nos dimos cita en Mérida un grupo de ciudadanos y ciudadanas que rechazamos de fondo y en su forma la actual Reforma Laboral pactada por el Gobierno, los sindicatos mayoritarios y la patronal representada por CEOE y CEPYME. Ante las liturgias entonadas a favor del documento, quien escribe este artículo, Agustín Morán (del centro autónomo de estudios sociales de Madrid) y nuestro compañero y amigo Manuel Cañada recorrimos, junto a buena parte del público, los caminos y recovecos que han ido generando la actual sociedad de la precariedad. Tiempos Precarios nos ha tocado vivir y la Reforma Laboral viene a apuntalar el sistema.

Entre los ciudadanos que asistieron a la mesa redonda pudimos ver a Teresa Rejas, portavoz del grupo parlamentario de IU; José Antonio Jiménez compañero de escaño y Secretario General del SIEX (partido socialista coaligado a IU); destacados miembros de la Confederación General del Trabajo (CGT) y del Foro Alternativo; Antonio Orihuela, poeta y activista; Joaquín Carrasco de Unidad Cívica por la República – Andalucía (UCAR); el concejal José Chiscano de Villanueva; el alcalde de Ribera Antonio Fernández; cacereños de IU; emeritenses de IU (entre ellos, su coordinador Miguel Ángel Herrera) y muchísimos otros compañeros de la política, algunos de ellos llevaban mucho tiempo retirados, y hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, que sin pertenecer a ninguna organización ni colectivo estaban interesados por el debate.

Antonio Orihuela y Joaquín Carrasco, que habían venido expresamente desde Andalucía al acto, explicaron la razón de realizar dicho viaje en plena fiebre del Mundial del Fútbol: había interés, y mucho, por asistir a una mesa redonda para hablar de la Precariedad y contra la Reforma Laboral organizada por IU.

Claridad revolucionaria desde el principio. Las cosas por su nombre:

La actual Reforma Laboral, seguida del Pacto de las Pensiones, de la Ley de Dependencia, del Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva firmado en marzo de 2005 y de la Reforma Fiscal rubrica la pertenencia del gobierno de Zapatero al campo neoliberal. Desde ese punto de vista, todo sigue igual.

Agustín Morán nos recordó que hemos asistido en los últimos 30 años a un “comunismo al revés”: si el comunismo es – entre muchas de sus definiciones – socialización de los beneficios, el “comunismo al revés” que vienen practicando los gobiernos es la socialización de los salarios: son los trabajadores quienes deben aportar los recursos para sostener la sociedad del bienestar, mientras los grandes empresarios de este país ahorran costes mediante las reformas fiscales e incluso reciben subvenciones públicas del Estado.

Y es que hemos ido aceptando varias falacias sin percatarnos de las mismas:

Nos han vendido que el mercado es el único instrumento válido para resolver los problemas.
Hemos creído que el crecimiento económico es la panacea y que éste sólo es posible flexibilizando las condiciones de trabajo (es decir, precariedad laboral), incentivado al Capital (darle recursos públicos) y abaratando el despido. Crecimiento y competitividad, palabras claves del neoliberalismo.
Y sobre todo, no reaccionamos cuando nos dicen que los empresarios crean puestos de trabajo, cuando son los trabajadores los que crean puestos de empresarios (la riqueza social la produce el trabajador)

Los valores dominantes son los de la derecha. Las leyes que se aprueban, responden a esos valores.

Manolo Cañada volvió a demostrar su capacidad para desentrañar con palabras llanas la complejidad de un sistema y de un modelo económico que nos asfixia todos los días:

La precariedad genera individuos aislados, solos. La precariedad no es sólo un marco normativo, sino que es un modelo de sociedad. Citando a Santiago López Petit, la precariedad es poder, dominio, explotación de la vida. Todo el trabajo tiende a ser precario, pues la tendencia es esclavizar el trabajo, generar y producir miedo e incertidumbre.

El miedo a que no te renueven el contrato y de esa forma ser expulsado del paraíso del consumo. Desde ese punto de vista, la batalla, como siempre, está en cada uno de nosotros y nuestra vida es un campo de batalla. Debemos hacer frente todos los días a una nueva enfermedad: la de creernos que el capitalismo es el mejor sistema del mundo y ser sus más fervientes defensores.

Lo decía, y lo citó Manolo, Pier Paolo Passolini en “El caos. Contra el terror”:

“Por burguesía no entiendo tanto una clase social como una enfermedad propiamente dicha. Una enfermedad que es, además, muy contagiosa. Tanto que ha contagiado a casi todos los que la combaten”.

Debemos matar al burgués que hay en cada uno de nosotros. Nosotros, que queremos dos casas, dos coches, 6.000 euros invertidos en el BBVA y un fondo privado de pensiones. Nosotros, apasionados por el consumismo permanente y cansados de toda lucha.

Sin embargo, el mundo que se ha ido construyendo es aterrador, y no sólo para los más de 2.000 millones de personas que se mueren de hambre: no ha cambiado exclusivamente la naturaleza del trabajo, también la propia naturaleza del salario y la de la vida. El capitalismo ya no sólo nos alquila por horas, sino que nos expropia todas las potencialidades. El salario, vinculado en el pasado a lo que se produce, hoy es una forma de dominio y de organización del dominio sobre el trabajador.

Entonces nace la gran pregunta: ¿Qué hacer?

Romper con el cordón umbilical con la burguesía como clase y como enfermedad. Huir de esa izquierda situada en lo predialéctico y la abstracción retórica, imbuida de legalismo y palabras vacías.

Dicho de otra forma: hablar con claridad y retornar a la radicalidad de las palabras, ir a la raíz de los asuntos. Organizar espacios públicos para la discusión de los problemas de los ciudadanos y cómo se resuelven (recuperar la vieja idea de la democracia). Solidaridad, entre hermanos, entre obreros, con los inmigrantes, con los excluidos, con los rechazados por el Capital.

Hubo desasosiego en la sala – las palabras fueron duras, tenían que ser duras – y un rechazo evidente a unas organizaciones sindicales (CCOO, UGT) que han demostrado no sólo actuar desde los valores del Capital, sino mostrar un desprecio absoluto por la democracia firmando acuerdos en nuestro nombre sin ni siquiera consultarnos (¡y llevan dos años negociando!).

Pero al final todos coincidimos en lo mismo: hay que roturar las mallas que nos impiden ver el cielo porque los trabajadores, citando a Marx, tenemos todo un mundo que ganar.

http://www.extremaduraaldia.com/victor_casco_ruiz/tiempos_precarios.html

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