Causas de la crisis de la izquierda transformadora
Leía ayer en estas páginas digitales la opinión de Javier Agorreta sobre uno de los motivos de la limitación de las posibilidades, llamémosle así, de Izquierda Unida en Extremadura.
Mi criterio es diferente a este respecto, pienso sinceramente, y así lo he manifestado en más de una ocasión, que el problema de Izquierda Unida, tanto en Extremadura como a nivel nacional, no está en la elaboración de sus candidaturas, no es relativo a quitar a unas personas para poner a otras, o sea, no es de carácter formal; sino que su problema es el mismo que padece/padecemos toda la izquierda que nos autotitulamos de transformadora y que nos ubicamos a la izquierda del PSOE, esto es, la falta de una identidad clara fundamentada en unos principios sólidos y que al carecer de ella, como acontece en la actualidad, nos lleva a esa especie de radicalismo verbal, de negación permanente de todo, en el que estamos sumidos.
Es evidente y así se demuestra en la práctica, que tanto el PSOE como el PP tienen su identidad, una identidad clara sobre lo que quieren, y saben, consecuencia de ello, muy bien hacia donde deben de dirigirse; esa misma identidad, objetivos y fines claros de lo que quería los compartía el PDNI y es por ello que actualmente se encuentra en el seno del PSOE. ERC, por ejemplo, es también un grupo político que tiene una identidad propia y bien definida sobre cuales son sus fines y objetivos y en pos de ellos camina, con paso firme, como podemos empíricamente observar.
Estas identidades firmes y claras sobre lo que se es y a lo que se aspira, es lo que la ciudadanía capta y, cuando llegan las elecciones, respalda con su voto; así como en el día a día ampara con su aceptación.
Esto es lo que le falta, esto es de lo que carece Izquierda Unida, así como el conjunto de la izquierda que se autotitula como transformadora. Nos encontramos en esa especie de nihilismo ideológico que Nietzsche anticipaba como característico de esta época.
El conjunto de la izquierda autotitulada de transformadora, el conjunto de la izquierda a la izquierda del PSOE, carece de identidad, no sabe cual es su función –el viejo Marx la llamaba función histórica-, es por eso que se encuentra invertida siendo firme en las formas y flexible en los principios y no al revés que es como debería ser. Es por eso que tiene miedo a implicarse, a comprometerse, a tender manos, a ser influyente, pues teme pasarse al otro bando en el ámbito que le queda, en el de la apariencia, pues en el de la esencia ya lo está.
Esta izquierda a la izquierda del PSOE, si quiere ser algo, si quiere ser referente, ha de dar un salto cualitativo, ha de proceder, sobre ella misma, a negar la negación que diría Engels, esa negación en la que está sumida; tiene que cambiar la opugnación por la propugnación.
Pero este cambio ha de ser de base, tiene que encontrar sus verdaderos principios, su identidad clara, sus objetivos y fines allí donde se hallan: en el mundo material, en el mundo real y concreto; y no en el ámbito ideal en el que actualmente se mueve y parece dormir el sueño de los justos.
De seguir así como estamos, nuestra historia como izquierda a la izquierda del PSOE será en el futuro tan pobre y triste como en el presente, esto es, quedará resumida a repartirse puestos en una lista electoral que además, como dicen los críos, no pita; pues sus incoherencias internas son evidentes.
Los ciudadanos no son tontos, saben, conocen y entienden más de lo que parece. En la actualidad el voto que obtiene Izquierda Unida es menos del diez por ciento del que podría recoger si ocupara el lugar que le corresponde, si tuviera una personalidad como grupo político definida, nítida y clara; si supiera que es lo que quiere y como conseguirlo; si perdiera el miedo escénico y se dejara de idealismos retardatarios. Mientras no sea así la mayoría de sus votos irán donde actualmente van –a la opción que de una forma menos irracional, menos mala hace lo que Izquierda Unida debería de hacer- y que estoy seguro que es el mejor empleo que de ellos se puede concebir en aras de potenciar, reitero, lo que Izquierda Unida debería potenciar y no potencia, esto es, el desarrollo de las fuerzas y capacidades productivas tanto individuales como colectivas que como sociedad albergamos.
Izquierda Unida debe de elegir entre ser lo que actualmente es, algo que no hace ni cosquillas al irracional sistema que soportamos, algo que se mueve en el mundo de lo ideal, algo que, como en su día definió el periódico conservador ABC, imposibilita, cual cortafuegos, la aparición de otra izquierda más radical –no por ello más funcional- en la escena pública nacional; o elegir ser una clara alternativa de poder que cumpla operativamente, en esencia y sin complejos, teniendo en cuenta el mundo donde vivimos y los hechos diferenciales con los mundos pasados que tenían sus propias realidades, la función que le corresponde cumplir: potenciar el desarrollo integral, armónico, racional y humano de las fuerzas y capacidades productivas y creadoras, tanto individuales como colectivas, que como sociedad albergamos; removiendo para ello todas aquellas relaciones sociales y de producción que lo impidan –superestructura-, empezando para ello conforme a lo que la sensibilidad social actual dicta.
En espera de no haber cansado con mi exposición y pretendiendo que esta se entienda no como una crítica sino como una aportación constructiva en aras de contribuir con mi granito de arena a esa alternativa que -a este modelo de sistema irracional de producción de la vida material- entre todos tenemos que edificar, recibid un cordial saludo.
Atentamente,
Fdo.: Javier Caso Iglesias.
Mi criterio es diferente a este respecto, pienso sinceramente, y así lo he manifestado en más de una ocasión, que el problema de Izquierda Unida, tanto en Extremadura como a nivel nacional, no está en la elaboración de sus candidaturas, no es relativo a quitar a unas personas para poner a otras, o sea, no es de carácter formal; sino que su problema es el mismo que padece/padecemos toda la izquierda que nos autotitulamos de transformadora y que nos ubicamos a la izquierda del PSOE, esto es, la falta de una identidad clara fundamentada en unos principios sólidos y que al carecer de ella, como acontece en la actualidad, nos lleva a esa especie de radicalismo verbal, de negación permanente de todo, en el que estamos sumidos.
Es evidente y así se demuestra en la práctica, que tanto el PSOE como el PP tienen su identidad, una identidad clara sobre lo que quieren, y saben, consecuencia de ello, muy bien hacia donde deben de dirigirse; esa misma identidad, objetivos y fines claros de lo que quería los compartía el PDNI y es por ello que actualmente se encuentra en el seno del PSOE. ERC, por ejemplo, es también un grupo político que tiene una identidad propia y bien definida sobre cuales son sus fines y objetivos y en pos de ellos camina, con paso firme, como podemos empíricamente observar.
Estas identidades firmes y claras sobre lo que se es y a lo que se aspira, es lo que la ciudadanía capta y, cuando llegan las elecciones, respalda con su voto; así como en el día a día ampara con su aceptación.
Esto es lo que le falta, esto es de lo que carece Izquierda Unida, así como el conjunto de la izquierda que se autotitula como transformadora. Nos encontramos en esa especie de nihilismo ideológico que Nietzsche anticipaba como característico de esta época.
El conjunto de la izquierda autotitulada de transformadora, el conjunto de la izquierda a la izquierda del PSOE, carece de identidad, no sabe cual es su función –el viejo Marx la llamaba función histórica-, es por eso que se encuentra invertida siendo firme en las formas y flexible en los principios y no al revés que es como debería ser. Es por eso que tiene miedo a implicarse, a comprometerse, a tender manos, a ser influyente, pues teme pasarse al otro bando en el ámbito que le queda, en el de la apariencia, pues en el de la esencia ya lo está.
Esta izquierda a la izquierda del PSOE, si quiere ser algo, si quiere ser referente, ha de dar un salto cualitativo, ha de proceder, sobre ella misma, a negar la negación que diría Engels, esa negación en la que está sumida; tiene que cambiar la opugnación por la propugnación.
Pero este cambio ha de ser de base, tiene que encontrar sus verdaderos principios, su identidad clara, sus objetivos y fines allí donde se hallan: en el mundo material, en el mundo real y concreto; y no en el ámbito ideal en el que actualmente se mueve y parece dormir el sueño de los justos.
De seguir así como estamos, nuestra historia como izquierda a la izquierda del PSOE será en el futuro tan pobre y triste como en el presente, esto es, quedará resumida a repartirse puestos en una lista electoral que además, como dicen los críos, no pita; pues sus incoherencias internas son evidentes.
Los ciudadanos no son tontos, saben, conocen y entienden más de lo que parece. En la actualidad el voto que obtiene Izquierda Unida es menos del diez por ciento del que podría recoger si ocupara el lugar que le corresponde, si tuviera una personalidad como grupo político definida, nítida y clara; si supiera que es lo que quiere y como conseguirlo; si perdiera el miedo escénico y se dejara de idealismos retardatarios. Mientras no sea así la mayoría de sus votos irán donde actualmente van –a la opción que de una forma menos irracional, menos mala hace lo que Izquierda Unida debería de hacer- y que estoy seguro que es el mejor empleo que de ellos se puede concebir en aras de potenciar, reitero, lo que Izquierda Unida debería potenciar y no potencia, esto es, el desarrollo de las fuerzas y capacidades productivas tanto individuales como colectivas que como sociedad albergamos.
Izquierda Unida debe de elegir entre ser lo que actualmente es, algo que no hace ni cosquillas al irracional sistema que soportamos, algo que se mueve en el mundo de lo ideal, algo que, como en su día definió el periódico conservador ABC, imposibilita, cual cortafuegos, la aparición de otra izquierda más radical –no por ello más funcional- en la escena pública nacional; o elegir ser una clara alternativa de poder que cumpla operativamente, en esencia y sin complejos, teniendo en cuenta el mundo donde vivimos y los hechos diferenciales con los mundos pasados que tenían sus propias realidades, la función que le corresponde cumplir: potenciar el desarrollo integral, armónico, racional y humano de las fuerzas y capacidades productivas y creadoras, tanto individuales como colectivas, que como sociedad albergamos; removiendo para ello todas aquellas relaciones sociales y de producción que lo impidan –superestructura-, empezando para ello conforme a lo que la sensibilidad social actual dicta.
En espera de no haber cansado con mi exposición y pretendiendo que esta se entienda no como una crítica sino como una aportación constructiva en aras de contribuir con mi granito de arena a esa alternativa que -a este modelo de sistema irracional de producción de la vida material- entre todos tenemos que edificar, recibid un cordial saludo.
Atentamente,
Fdo.: Javier Caso Iglesias.
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